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Las mujeres de ONAMIAP rechazamos ensañamiento con personas que fueron afectadas por las esterilizaciones forzadas

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Las mujeres de ONAMIAP rechazamos ensañamiento con personas que fueron afectadas por las esterilizaciones forzadas

Fueron violentadas de mil formas: engaños, amenazas y chantajes. Mutilaron sus cuerpos sin explicarles cómo, por qué y para qué. Producto de ello, fueron estigmatizadas en sus familias y sus comunidades. Llevan décadas sin encontrar justicia y reparación. Y ahora, a esas centenas de miles de mujeres indígenas que sufrieron esterilizaciones forzadas las llaman mentirosas.

Hoy por la noche, en la Feria Internacional del Libro (FIL) presentarán el texto “La verdad de una mentira”, escrito por la abogada María Cecilia Venegas, que pretende negar el crimen de lesa humanidad perpetrado como una política de Estado de la dictadura fujimorista.

¿Nada de eso ocurrió? ¿Se equivocaron el Ministerio de Salud, la Defensoría del Pueblo, la comisión investigadora del Congreso de la República? ¿Se equivocó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al examinar el caso de María Mamérita Mestanza Chávez, muerta a consecuencia de estas esterilizaciones realizadas sin consentimientos, en las peores condiciones sanitarias y sin seguimiento postoperatorio?

Las mujeres de ONAMIAP no vamos a permitir este ensañamiento, nosotras rechazamos este libro que busca negar que se cometió un crimen de lesa humanidad que vulneró los derechos y la dignidad de miles de mujeres y varones principalmente de pueblos indígenas u originarios que vivían en zonas rurales y no hablaban español. Por ello, como mujeres indígenas y como seres humanos, rechazamos esta nueva violencia ejercida contra las personas afectadas que solo reclaman su derecho a justicia y reparación.

Hacemos un llamado a todos los movimientos sociales que están en la lucha para manifestar su rechazo a esta nueva agresión, y a unir nuestras voces y fuerzas para acompañar a las mujeres y varones que fueron objeto de una política racista y genocida que ninguna complicidad –y ningún silencio– pueden ocultarlo.

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