25 años después, heridas por cerrar
Hoy se cumplen 25 años de la captura de Abimael Guzmán Reynoso y gran parte de la cúpula de Sendero Luminoso. El 12 de junio de 1992 creímos ver cerrada una de las etapas más dramáticas de la historia republicana del Perú, que dejó más de setenta mil víctimas, la mayoría de ellas indígenas.
Encerrados entre dos fuegos, los pueblos indígenas andinos y amazónicos éramos invisibles porque el conflicto armado era visto desde las ciudades como si fuera ajeno, de otro país. La Masacre de Uchuraccay fue una primera advertencia pero tuvo que producirse el atentado de Tarata para que Lima se diera cuenta de la real dimensión de este conflicto.
Sendero Luminoso no solo asesinó a nuestras autoridades comunales, perpetró masacres, irrumpió para intentar romper nuestras formas de elegir y ejercer y el nuestro gobierno. También saqueó lo poco que teníamos, reclutó forzosamente a nuestros y nuestras jóvenes, y sembró el terror. La respuesta del Estado fue la política de tierra arrasada, con masacres, muertes, detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones.
El terror hizo que miles de desplazados y desplazadas indígenas huyamos a las ciudades, dejándolo todo, a sufrir la pobreza y el riesgo de perder nuestra identidad con heridas profundas que aún siguen abiertas: aún hoy hay miles de madres, viudas, hermanas e hijas que siguen buscando a sus familiares desaparecidos, como lo hizo toda su vida la Mamá Angélica.
Recordemos que gran parte de la derrota de Sendero Luminoso se debió a la decidida y valiente acción de nuestras comunidades organizadas que resistieron y se enfrentaron a su accionar. Esto debería ser reconocido y valorado, pero ¿qué se ha hecho hasta ahora?
Pese a que ya han transcurrido veinticinco años de la caída de Abimael Guzmán y toda su dirigencia, aún no se ha implementado una política real de reparaciones para todas las víctimas y sus deudos, incluidas las miles de mujeres indígenas que fueron sujetas a violencia sexual. En un país tan carente de memoria colectiva como el nuestro, urgen políticas reales de prevención para evitar que otro capítulo tan sangriento se repita.
¡Por una paz con pleno ejercicio de derechos humanos, individuales y colectivos!
¡Por una democracia sin exclusiones!
¡Terrorismo nunca más!