Necesitamos una agricultura sostenible para enfrentar el cambio climático
La agricultura fue la principal actividad de los antiguos peruanos. Grandes civilizaciones originarias supieron desarrollarla en una geografía adversa. El uso de pisos longitudinales en los Andes, impresionantes sistemas de canales de regadío, tambos (depósitos de alimentos) para las épocas de escasez, son algunas de las manifestaciones que nuestros pueblos indígenas han sabido conservar.
Gracias a esos conocimientos, hoy en el Perú tenemos 4 mil variedades de papa, 55 variedades de maíz, 623 especies de frutas como la lúcuma, el pacae, el aguaymanto y la tuna. Otros tubérculos, como la oca, la mashua y el olluco. Leguminosas como la quinua, la kiwicha, el tarwi, el frijol, el pallar y la cañihua, que tienen altos valores proteicos (entre 15 y 40%).
La agricultura que desarrollamos las comunidades campesinas y nativas provee el 80% de los alimentos que consumen los peruanos. Somos la base de la seguridad y la soberanía alimentaria. Las mujeres indígenas, en particular, con el cuidado de nuestras semillas y la transmisión de nuestros conocimientos ancestrales, hacemos posible la conservación de esa biodiversidad que asombra al mundo.
Sin embargo, las políticas agrarias se orientan al fomento de la agroexportación. Grandes extensiones de monocultivos (biocombustibles, cacao, café, papaya, palma aceitera, etc.), provocan la creación de grandes latifundios, con extensiones superiores a las de las grandes haciendas anteriores a la reforma agraria de los años setenta.
Diversos estudios han señalado los impactos de estas prácticas: pérdida de biodiversidad (alimentos, medicinas, leña, materiales para vivienda, artesanías, entre otros). Alteración del ciclo hidrológico, que resulta tanto en la disminución y agotamiento de fuentes de agua, así como el aumento de las inundaciones y deslizamientos. Disminución de la producción de alimentos. Degradación de suelos.
Los monocultivos causan además la pérdida de conocimientos y prácticas ancestrales, nuestros pueblos indígenas somos dependientes de los ecosistemas originales. Provocan conflictos con empresas forestales y agroexportadoras sobre tenencia de la tierra en territorios indígenas. Disminuyen las fuentes de empleo en zonas de tradición agropecuaria. Otros impactos son la migración de la población rural y el deterioro del paisaje en zonas turísticas.
Hay una relación directa entre agricultura sostenible y cambio climático. Por su relación armónica con la naturaleza, la agricultura sin uso de agroquímicos, con especies nativas y el cuidado de las fuentes de agua, produce menos emisiones de gases de efecto invernadero y hace un uso racional de los pisos ecológicos. Es entonces vital tanto para la mitigación como para la adaptación al cambio climático.
La promoción de la agricultura sostenible es una de las propuestas que ONAMIAP está llevando a la COP23 que se desarrolla en Bonn, Alemania, para aportar a las estrategias de adaptación y mitigación, así como garantizar el reconocimiento y protección de los derechos de los pueblos y las mujeres indígenas en las estrategias frente al cambio climático.