
Pueblos y mujeres indígenas frente al cambio climático
Durante miles de años, los pueblos indígenas nos hemos adaptado a los cambios climáticos desde nuestros saberes y prácticas ancestrales. Ahora, cuando el calentamiento global se acelera producto del modelo neoliberal extractivista, tenemos mucho que aportar. Somos los más vulnerables, pero no somos solo víctimas, somos actores decisivos para enfrentarlo con medidas de mitigación y adaptación.
En ese contexto, las mujeres indígenas desempeñamos un rol fundamental porque somos quienes, en mayor medida, transmitimos esos conocimientos para el cuidado de la biodiversidad, del agua y de nuestros bosques. Los pueblos y las mujeres indígenas tenemos propuestas y experiencias para enfrentar el cambio climático. Por ello tenemos el derecho y el deber de participar de manera efectiva en todos los espacios que deciden las políticas relacionadas a este tema.
Para ello, planteamos condiciones habilitantes. En primer lugar, la seguridad jurídica de nuestros territorios integrales, lo que implica no solo la titulación sino también nuestro reconocimiento como pueblos indígenas. Así como el ejercicio del derecho a la consulta previa, libre e informada, de acuerdo con los estándares del Convenio 169 de la OIT, sobre todo frente a proyectos extractivos y de infraestructura que multiplican los impactos del cambio climático.
A partir de ello, y de una visión holística, tenemos como eje la seguridad y la soberanía alimentaria. Ello implica valorar las prácticas de los conocimientos ancestrales en el cuidado de las semillas y la conservación de la biodiversidad, rechazar el uso de agroquímicos (abonos, insecticidas, entre otros) y transgénicos, y políticas públicas de promoción de una agricultura sostenible.
Para avanzar hacia una agricultura sostenible, hay que promover la recuperación y conservación de andenes, el uso de pisos ecológicos, la diversificación y la rotación de cultivos. Además, se debe proteger las fuentes de agua, rechazar su mercantilización y priorizar su uso para el consumo humano y la agricultura sostenible.
Es también urgente prevenir, erradicar y reparar la contaminación del agua generada por residuos sólidos y sedimentos químicos en ríos, lagos, glaciares y mares, que incrementan el estrés hídrico. Asimismo, promover la siembra y cosecha de agua como mecanismo para enfrentar los ciclos de inundaciones y sequías, y proteger la flora y la fauna acuática.
Nuestra vulnerabilidad frente al cambio climático demanda políticas efectivas de prevención y gestión de los desastres naturales (inundaciones, huaicos, heladas, friaje y sequías), así como la prevención y el tratamiento de las enfermedades provocadas por ellos. A ello, debe sumarse la incorporación de medidas relacionadas al cambio climático en todas las políticas, planes y programas que realice el Estado.
Para los pueblos y las mujeres indígenas, los bosques son fuente de alimentos, medicinas, herramientas e identidad cultural. Asimismo, los bosques proveen muchos otros servicios ecosistémicos que hacen posible el bienestar humano. Por ello, es fundamental protegerlos y garantizar que el Estado y la sociedad en general los comience a ver de manera integral.
Garantizar la protección de nuestros bosques implica promover el uso de energías naturales y limpias para disminuir la explotación de hidrocarburos que causa la deforestación y degradación de los bosques. Plantear medidas efectivas que reduzcan y controlen el cambio de uso de suelo, reforestar las zonas impactadas con plantas nativas, promover proyectos integrales de agroforestería son algunas de las acciones que se pueden hacer. Asimismo, es urgente promover el respeto y reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas en iniciativas como REDD+.
Todo ello solo será posible cuando el Estado reconozca que no es posible enfrentar el cambio climático sin la plena participación de los pueblos y las mujeres indígenas.