
La sabiduría ancestral de las mujeres indígenas frente a la pandemia de COVID-19

Las mujeres indígenas somos quienes cuidamos y transmitimos las identidades culturales de nuestros pueblos. Ello se evidencia hoy más que nunca, cuando, en el contexto de la pandemia, enfrentamos los nuevos retos que ésta nos plantea desde nuestros saberes y prácticas ancestrales.
Lo hacemos día a día, cuando desempeñamos el rol del cuidado de la salud de nuestras familias, nuestras comunidades y nuestros pueblos. Frente al abandono del Estado, la falta de información clara y oportuna sobre el COVID-19, la carencia de centros de salud equipados, volvemos a nuestras plantas medicinales.
Dos ejemplos en la Amazonía: el Bosque de las Nuhuas (Moyobamba, San Martín), donde las mujeres indígenas awajún recuperan y cultivan sus plantas medicinales. Y el Comando Matico (Ucayali y Cantagallo en Lima), donde jóvenes shipibo-konibo usan esta planta, junto con hierba luisa, eucalipto, manzanilla, achiote, kion, y cebolla, para atender a los contagiados. Y que han compartido sus saberes con otros pueblos.
Las mujeres indígenas del ande y la costa también recurren a la medicina ancestral y utilizan muchas plantas para proteger y curar los síntomas del coronavirus: ajo, kion, uña de gato, eucalipto, sauco, son algunas de ellas.
Las mujeres indígenas también utilizamos nuestros saberes y prácticas ancestrales para garantizar no solo la seguridad sino también la soberanía alimentaria. Sin salida para nuestros productos, carecemos de ingresos para comprar lo que no producimos en nuestras comunidades. Y volvemos a nuestros alimentos tradicionales, compartiéndolos, priorizando la atención a los niños, niñas y personas adultas mayores.
También recuperamos y fortalecemos nuestros saberes y prácticas tradicionales en la producción y distribución de esos alimentos. El trabajo colectivo, la minka, el ayni, son formas ancestrales de producir para satisfacer las necesidades de todas y todos, frente a un modelo hegemónico de explotación y acumulación individual.
Usamos nuestras formas ancestrales de organización para velar por la seguridad de nuestros pueblos indígenas. Nuestras rondas campesinas son mucho más eficaces para mantener los cercos a nuestras comunidades y así garantizar el cumplimiento de las cuarentenas.
Asimismo, en la educación: cuando muchas de nuestras comunidades carecen de acceso a las señales de Internet y de telefonía celular y la educación virtual no llega a nuestros pueblos, las mujeres indígenas volvemos a nuestra tradición oral para hablarles a nuestros hijos y nuestras hijas, para transmitirles las historias de nuestros pueblos, nuestros saberes y prácticas tradicionales.
Y, nuevamente, frente al abandono del Estado a nuestros hermanos y nuestras hermanas migrantes en las ciudades, compartimos nuestros pocos alimentos y medicinas con las familias retornantes, las hacemos recuperar las prácticas de trabajo comunitario, de organización comunal, de reciprocidad y complementariedad. En suma: nuestras identidades culturales como pueblos indígenas.