
Condenamos la complicidad de la OEA frente a la represión criminal en Colombia

Colombia está militarizada, la policía dispara contra los manifestantes, hay tanques disparando a las casas. Las cifras de muertos, heridos, detenidos y desaparecidos aumentan minuto a minuto. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha expresado su preocupación por estos actos de represión. La ONU ha denunciado amenazas y disparos contra su misión de Derechos Humanos. La Unión Europea ha condenado esta violencia. Amnistía Internacional también se ha pronunciado… Pero la OEA guarda vergonzoso silencio.
Y es que para la derecha no se trata de defender la vida y los derechos sino el modelo económico. Luis Almagro, secretario general de la OEA, se rasga las vestiduras y vocifera si se trata de un gobierno, aunque sea lejanamente parecido a la izquierda, pero aglutina a los gobiernos más derechistas contra los países que no se alinean fielmente con el modelo. Pero si las manifestaciones demandan derechos fundamentales, se calla en todos los idiomas y protege al también derechista gobierno de Iván Luque.
En Colombia, en menos de una semana, han sido asesinadas 21 personas por la fuerza pública, se han producido 672 detenciones arbitrarias y hay cuatro víctimas de violencia sexual. Estas terribles cifras deben ser mayores en estos momentos. Si se tratara de Venezuela, Nicaragua o Bolivia, por mucho menos Almagro y la OEA hubieran pedido una intervención militar. Pero su concepto de democracia es muy relativo.

Ya sabemos los peruanos y las peruanas lo que nos esperaría con un gobierno de derecha radical: más recorte de derechos, más violencia represiva y la complicidad de una OEA parcializada y al servicio no de la vida o la democracia, sino de un sistema económico criminal. Prueba de ello la reciente reunión de Almagro con Pedro Cateriano, conspicuo representante de la derecha peruana, quien le advirtió el “peligro” que representa para el Perú un candidato que no acepta a rajatablas todo el modelo neoliberal.
No queremos copiar modelos y ser Venezuela o Cuba. Pero tampoco queremos ser la Colombia de Luque o el Brasil de Bolsonaro. Queremos nuestro propio proceso, construido de abajo hacia arriba, con la participación plena y efectiva de todos los movimientos sociales, los pueblos y las mujeres indígenas.
Expresamos nuestra solidaridad con la lucha del pueblo colombiano, exigimos en particular defender la vida, integridad y libertad de los pueblos y las mujeres indígenas. Condenamos el silencio cómplice de la OEA frente a los actos criminales del gobierno derechista de Colombia.