Día de los Derechos Humanos: un sistema que impide su pleno ejercicio
El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos. En los 73 años transcurridos desde entonces se ha avanzado en la adopción de instrumentos específicos para pueblos indígenas, mujeres, trabajadores y trabajadoras, personas con discapacidad, entre otros. Pero la vulneración de nuestros derechos colectivos e individuales como pueblos y mujeres indígenas sigue siendo estructural y sistemática.
En el Perú, durante el año que termina, dos de muchos hechos han graficado nítidamente estas vulneraciones: la arremetida de la ultraderecha en el marco de las elecciones generales y sus resultados, y la pandemia de Covid-19.
Nunca como antes el racismo más brutal se había manifestado como durante la campaña electoral de este año. Con ataques no solo verbales sino incluso físicos, perpetrados por bandas cuyos integrantes están plenamente identificados, sin que la Policía o la Fiscalía haga algo. Recientemente, instituciones de la sociedad civil los han denunciado. Esperamos que el sistema de justicia cumpla con su obligación de investigar y sancionar.
Porque las agresiones no cesaron con el cambio de gobierno. Por el contrario, continúan con fiereza. Junto con las acciones desestabilizadoras impulsadas principalmente desde el Congreso de la República por la ultraderecha y los sectores empresariales más retrógrados, contra un gobierno que significó inicialmente una promesa de cambio.
Pero esa promesa se va desdibujando, el gobierno retrocede, porque no puede resistir la presión, el extractivismo sigue siendo el núcleo de la política económica, la prometida segunda reforma agraria no enfrenta lo sustancial de los problemas de tierra y territorio, derechos como la consulta y el consentimiento previo, libre e informado, no están en su agenda. No se protege a los hombres y las mujeres indígenas amenazados, agredidos y asesinados por las mafias ilegales. Esto representa la vulneración de los derechos a la vida, al territorio, a la libre determinación, a un ambiente saludable, a la justicia, entre otros. Y también de los derechos de la Madre Naturaleza.
En el caso de la pandemia de Covid-19, este año no significó un asomo de solución para los problemas más urgentes, como la falta de acceso a servicios de salud para la prevención y tratamiento de los pueblos y las mujeres indígenas. Mientras en las ciudades la vacunación avanza a buen ritmo, las últimas cifras disponibles señalan que apenas se ha avanzado un 28% en la vacunación de los pueblos indígenas andinos y amazónicos. Y la educación virtual sigue sin llegar a nuestros niños y niñas. Se vulneran nuestros derechos a la salud y educación interculturales, gratuitas y de calidad.
Y es que por encima de todo esto está el sistema capitalista y su Estado colonial. Eso es lo que necesitamos cambiar. Pero la promesa electoral de una nueva Constitución Política que reemplace a la actual impuesta por la dictadura fujimorista, también se va desdibujando.
Frente a ello, las mujeres indígenas no desmayaremos hasta lograr la convocatoria a una Asamblea Constituyente popular, soberana, plurinacional y paritaria, que abra el camino hacia el ejercicio pleno de nuestros derechos humanos colectivos e individuales. Solo así la Declaración Universal de Derechos Humanos, que hoy cumple 73 años, dejará de ser solo una declaración.